Efectivamente, es la glorieta de Rubén Darío y a mano derecha la calle Miguel Ángel, todo el mundo como siempre,con prisas, la esquina asestada de flores que vende una gitana, un cartero con el paquete llamando al teléfonillo, los ejecutivos que salen del bar apurando el cigarrillo tras un café expresos, los jubilados de cabezas incandescentes, 2 niños rumanos solapando las verdades en una hoja ,una persona en sus cuarenta hablando por el móvil "no no,no por menos 30.000, dejales claro el despido improcedente", y yo, prejubilado a los 36.
Encaro la calle Miguel Ángel y oigo de pasada la conversación de dos jóvenes adultos "...el finiquito y la indemnización, espera a ver, no las tengo consigo...."; a mano izquierda llego a la calle de mi destino, calle Rafael Calvo, paso por el número, digan 33, y capto una foto malograda de dos policías comentando "...le echaron pero no le dieron lo que correspondían, y se monto el cirio!".
El calor es insoportable, apuro el último trago de la botella, apenas quedaba nada, pero trato de tomármelo con más calma y saboreo las ultimas gotas de frescor como si hubiese emanado de ella la mitad de su volumen; a pesar de haberse terminado sigo con la botella en la mano, jugando con ella al viento mientras camino, empuñando un sostén de esperanza con objeto de rellenarla otra vez. Efectivamente, va a ser que la puedo rellenar de esa fuente.
Va apretando cada vez más el calor y también el pantalón a mi cintura después de un largo paseo, de frente vienen dos niños que van jugando con sus Nintendo Ds y uno de ellos tropieza conmigo a lo que el padre se disculpa, al vernos las caras, nos reconocemos, era un antiguo compañero de trabajo,José,un poco más mayor que yo,hablamos de esto de lo otro, de lo mismo que se oye últimamente,con mayor intensidad en los últimos diez minutos desde que alcance la Glorieta Ruben Darío.
Entretanto, la conversación se torna nostálgica con una pequeña pausa en la que José aprovecha a pedirme un trago de agua de la botella, casi se bebe media botella.Recuperado de su sed y acariciando la cabeza de su hijo cambia el tono de la conversación, me empieza a comentar lo que hace y que antes era imposible,más deporte, más lectura, más guitarra y sobre todo "estar más con su hijo"...
Una vez nos despedimos prosigo mi camino con la botella medio llena y a la sombra escuchando lo mismo de todos los días, los despidos, la calle, el finiquito,el paro,todo esto y otras cosas.
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