Segovia,faltaban unos días para los examenes de junio, el calor empezaba a apretar y el ruido de las maquinas asfaltando el pavimento de San Facundo no me dejaban concentrarme en mi examen de Teoría de la Imagen.Tras un breve descanso y una vez los operarios se fueron a comer, aproveche el silencio mundano para aislarme en la progresión de la Imagen a lo largo de la historia;era tanto silencio que puse radio 3 como sintonía acompañante, a veces Ramón Trecet explicando los sonidos tribales del Congo, a veces Bela Fleck y su banjo y otras, Publicidad.
Concentrado en la materia, observaba la araña y sus presas dentro del envase del carrete fotográfico mientras las moscas revoloteaban en el calor asfixiante de mi cuarto. Abrí la ventana, ahuyente a unas cuantas moscas y colgué del quicio de la ventana una bolsa transparente con agua.
Todo era casi silencio, no había más que el susurro de la radio y el hojear de los apuntes,la jarra de agua llena de hielos y el vaso de nocilla,estaba más que preparado, sumergido en la teoría de Barthes y su documento fotográfico, gozaba de salud estudiante, pletórico sin un ápice de distracción, abstraído por la materia visual,la percepción simbólica de la mirada.
De repente,de la calle,vino una voz regurgitante,indignada,borracha de sinceridad,era Patricio, vagabundo segoviano que invitaba a una adivinanza gritando a los cuatro vientos "¿cuántos tontos hay en esta ciudad?"...y tras una breve pausa respondía : "como piedras tiene el acueducto".
De repente,de la calle,vino una voz regurgitante,indignada,borracha de sinceridad,era Patricio, vagabundo segoviano que invitaba a una adivinanza gritando a los cuatro vientos "¿cuántos tontos hay en esta ciudad?"...y tras una breve pausa respondía : "como piedras tiene el acueducto".
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